Ojeroso, con rostro serio y cansado, la fotografía policial de Tiger Woods,detenido este lunes de madrugada en Florida (Estados Unidos) por conducir ebrio, ha dado la vuelta al mundo marcando un nuevo capítulo en la trompicada trayectoria personal en los últimos años del golfista más famoso del mundo. Woods, de 41 años, fue arrestado en la ciudad de Jupiter, donde tiene su mansión en una isla exclusiva. La detención ocurrió a las tres de la mañana hora local. El genio del golf en horas bajas fue trasladado a la comisaría del municipio de Palm Beach y sobre las once de la mañana fue puesto en libertad. Sin fianza, pero con el foco mediático global cayendo inmisericorde sobre su resaca.
Por el momento no hay una aclaración policial sobre el tipo de intoxicación que sufría Woods mientras iba al volante, si se trataba de alcohol o de alguna droga. El deportista afirmó en un comunicado que se debió a «una reacción inesperada a medicamentos con prescripción». «No me di cuenta de que la mezcla de medicinas me había producido un efecto tan fuerte». Y añadió: «Soy consciente de la gravedad de lo que hice y me responsabilizo por ello». Pidió disculpas «con todo mi corazón (…) a mi familia, a mis amigos y a mis fans. Yo también espero más de mí. Haré todo lo que está a mi alcance para que no me vuelva a pasar».
Tampoco se ha detallado si iba acompañado. Sí se ha sabido que conducía por una avenida central en dirección contraria a su residencia. Y un punto confuso: fue detenido a las tres pero su entrada a comisaría se registró a las siete de la mañana.
Woods, niño prodigio en sus inicios y leyenda viva del golf, ganador desde 1996 de 14 grandes y 79 títulos en el PGA Tour y con una fortuna valorada por Forbes en más de 700 millones de dólares, se encuentra alejado de la competición por problemas físicos. Cada vez más lejana la conquista de su último gran torneo —el US Open de 2008—, y tras volver al Circuito de la PGA en enero tras una ausencia de 17 meses, tuvo que entrar otra vez en el dique seco después de retirarse por problemas de espalda de un torneo en Dubái a comienzos de febrero.
En abril se sometió a su última operación de espalda, su cuarta cirugía en tres años, y actualmente se encuentra en fase de recuperación. La semana pasada decía en su blog, con un tono positivo y tranquilo: “De mi vuelta a la competición, el pronóstico a largo plazo es positivo. Mi cirujano y mi quiropráctico dicen que la operación fue un éxito. Es simplemente una cuestión de no fastidiarlo. Estoy caminando y haciendo mis ejercicios, y llevando y recogiendo a mis hijos del colegio. Todo lo que puedo hacer es ir día a día, No hay prisa”, escribía. “Pero quiero decir de manera clara que quiero volver a jugar al golf de manera profesional”. Afirmó que no se sentía «tan bien» desde hace años.
Pero su arresto mientras conducía intoxicado su coche por Jupiter supone un nuevo golpe a su imagen, mellada tras el escándalo sexual que protagonizó en 2010 y que le llevó al divorcio de su esposa, la modelo Elin Nordegren. Además, esta no es la primera vez que Tiger Woods tiene un problema con el coche: el Día de Acción de Gracias de 2009, el golfista empotró su coche de madrugada a la entrada de otra de sus residencias, en Orlando (Florida). En aquella ocasión, su esposa empleó un palo de golf para romper la ventana trasera del vehículo y sacar a su marido. Ese incidente pareció abrir la caja de pandora, pues a partir de entonces se hicieron públicas sus decenas de infidelidades a Nordegren, madre de sus dos hijos.