CIUDAD DEL VATICANO (ED).- El papa Francisco canonizó este domingo a dos de las figuras más importantes y polémicas de la Iglesia católica del siglo XX, declarando al papa Pablo VI y al asesinado arzobispo salvadoreño Óscar Arnulfo Romero modelos de santidad para los fieles de hoy.
Se espera que sea una ceremonia emotiva para Francisco, ya que ambos religiosos le influyeron mucho y en privado dijo a sus confidentes que quería canonizarlos durante su papado.
Los dos representan la síntesis de la iglesia abierta que ha defendido el argentino, que esté cerca de los pobres y luche contra la injusticia. Pablo VI y Romero enfrentaron una fuerte oposición dentro de la institución tanto en vida como tras su muerte, una suerte también que está viviendo el actual papa ante el floreciente escándalo de abusos sexuales y encubrimiento.
Estas dos destacadas figuras fueron canonizadas junto a otras cinco en una ceremonia diseñada para mostrar que la santidad se puede alcanzar en todos los ámbitos de la vida.
PABLO VI
En su discurso de 2013 ante los cardenales que lo eligieron papa, el cardenal Jorge Mario Bergoglio solo empleó una cita: era de Pablo VI.
Cuando más tarde ese año Francisco hizo pública la declaración de la misión de su papado, el documento se basó en gran medida en un texto escrito en 1975 por Pablo VI sobre la evangelización que el argentino había calificado en su día como “el mayor documento pastoral” de la iglesia moderna.
“Una de las primeras cosas que me dijo cuando fue elegido fue que esperaba, que rezaba, para poder canonizar a Pablo VI”, explicó el exsecretario de Estado de Francisco, el cardenal Angelo Becciu. Giovanni Maria Vian, editor del diario vaticano L’Osservatore Romano, apuntó que Bergoglio maduró como sacerdote, como jesuita y como cristiano durante su papado (1963-1978).
“Se entiende que Pablo VI es su papa”, dijo Vian. Pablo es quizás más conocido por haber presidido las últimas sesiones del tumultuoso Concilio Vaticano II (1962-1965), que modernizó la Iglesia católica y la abrió al mundo, permitiendo que la liturgia se celebre en lenguas vernáculas en lugar de en latín, dando mayores roles a los laicos y mejorando la relación con otras religiones. Durante sus 15 años en el Vaticano, Pablo VI introdujo otros cambios como los viajes pastorales.
Aunque visitó los cinco continentes, dos de sus viajes destacan sobre los demás: en 1964 visitó Tierra Santa y se reunió con el líder espiritual de los cristianos ortodoxos, el primer encuentro de este tipo desde el cisma que dividió el cristianismo 1.000 años antes.
Un año más tarde, Pablo viajó a la sede de Naciones Unidas donde hizo su ahora popular llamado a la paz, que coincidió con el aumento de la participación militar de Estados Unidos en la guerra de Vietnam: “Nunca más la guerra, nunca más!”. Pero fue su encíclica de 1968, “Humanae Vitae”, la que marcó su papado reafirmando la oposición de la Iglesia a la contracepción artificial.
Publicada en la época de la píldora anticonceptiva, de la revolución sexual de la década de 1960 y de la alarma por la sobrepoblación, la rotunda prohibición dio más poder a los conservadores y alejó a los progresistas.
A día de hoy, sigue siendo una de las encíclicas más controvertidas e ignoradas. Estudios muestran que la mayoría de los católicos la incumplen y emplean métodos anticonceptivos artificiales.
“Es un texto que no está arraigado en la realidad, donde la vida está ausente y, sobre todo, las mujeres están ausentes”, señaló Monique Baujard, exresponsable de los servicios a la familia en la conferencia episcopal francesa, en un artículo publicado el mes pasado en la revista femenina del Vaticano.
ARZOBISPO ÓSCAR ROMERO
Francisco también anhelaba declarar santo al arzobispo Óscar Arnulfo Romero, convencido de que fue un verdadero mártir de la fe y de que ofreció su vida voluntariamente con su defensa a los pobres de El Salvador y su denuncia de la violencia de la dictadura militar.
Romero, arzobispo de San Salvador, fue abatido por un escuadrón de ultraderecha mientras oficiaba una misa el 24 de marzo de 1980 en la capilla de un hospital.
El ejército se había opuesto con vehemencia a sus predicamentos contra la represión militar al inicio de la guerra civil (1980-1992). Casi inmediatamente después de su fallecimiento, Romero se convirtió en un icono de la izquierda sudamericana, y su imagen aparecía con frecuencia junto a la del Che Guevara y Salvador Allende.
Pero esa politizada fama post-mortem le costó cara y afectó a la causa para su canonización Vaticano. Los prelados conservadores de la región, liderados por el fallecido cardenal colombiano Alfonso López Trujillo, temían que su aparente asociación con la teología de la liberación pudiese impulsar al movimiento que sostiene que las enseñanzas de Jesús piden a sus seguidores que luchen por la justicia económica y social.
“Romero se vio atrapado en un importante conflicto político entre quienes lo veían como un revolucionario — algo que no fue porque era muy amable — y quienes lo veían igualmente como un revolucionario pero en un sentido negativo”, apuntó su biógrafo, Roberto Morozzo della Rocca.
Luego de que su caso estuviese paralizado durante tres décadas, el papa Benedicto XVI lo desbloqueó en 2012 y Francisco, el primer papa latinoamericano de la Iglesia, impulsó el proceso hasta su última fase.
A pocos meses de la beatificación de Romero en 2015, Francisco denunció que el arzobispo fue mártir dos veces: una cuando fue asesinado y después cuando sus propios hermanos obispos “difamaron, calumniaron y arrojaron tierra sobre su nombre”.
Pero el pontífice ya había dejado claro antes que quería ver a Romero honrado. El exsecretario de Romero, Jesús Delgado Acevedo, desveló una conversación privada que tuvo con el entonces cardenal Bergoglio en 2007 en un aparte de una conferencia de obispos latinoamericanos en 2007 en Aparecida, Brasil.
Recuerda que le preguntó a Bergoglio, que fungía como arzobispo de Buenos Aires y era una voz influyente en el encuentro: “Eminencia, ¿Óscar Romero será canonizado algún día? El cardenal Alfonso López Trujillo me dijo que eso nunca ocurrirá”.
“Escuche, si llego a ser papa, lo primero que haré será enviar a López Trujillo a San Salvador” para hacerle santo, dijo Bergoglio según fue citado por Delgado.
San Romero de América, pastor y mártir nuestro, por Pedro Casaldáliga
El ángel del Señor anunció en la víspera…
El corazón de El Salvador marcaba
24 de marzo y de agonía.
Tú ofrecías el Pan,
el Cuerpo Vivo
-el triturado cuerpo de tu Pueblo;
Su derramada Sangre victoriosa
-¡la sangre campesina de tu Pueblo en masacre
que ha de teñir en vinos de alegría la aurora conjurada!
El ángel del Señor anunció en la víspera,
y el Verbo se hizo muerte, otra vez, en tu muerte;
como se hace muerte, cada día, en la carne desnuda de tu Pueblo.
¡Y se hizo vida nueva
en nuestra vieja Iglesia!
Estamos otra vez en pie de testimonio,
¡San Romero de América, pastor y mártir nuestro!
Romero de la paz casi imposible en esta tierra en guerra.
Romero en flor morada de la esperanza incólume de todo el Continente.
Romero de la Pascua latinoamericana.
Pobre pastor glorioso, asesinado a sueldo, a dólar, a divisa.
Como Jesús, por orden del Imperio.
¡Pobre pastor glorioso,
abandonado
por tus propios hermanos de báculo y de Mesa…!
(Las curias no podían entenderte:
ninguna sinagoga bien montada puede entender a Cristo).
Tu pobrería sí te acompañaba,
en desespero fiel,
pasto y rebaño, a un tiempo, de tu misión profética.
El Pueblo te hizo santo.
La hora de tu Pueblo te consagró en el kairós.
Los pobres te enseñaron a leer el Evangelio.
Como un hermano herido por tanta muerte hermana,
tú sabías llorar, solo, en el Huerto.
Sabías tener miedo, como un hombre en combate.
¡Pero sabías dar a tu palabra, libre, su timbre de campana!
Y supiste beber el doble cáliz del Altar y del Pueblo,
con una sola mano consagrada al servicio.
América Latina ya te ha puesto en su gloria de Bernini
en la espuma-aureola de sus mares,
en el retablo antiguo de los Andes alertos,
en el dosel airado de todas sus florestas,
en la canción de todos sus caminos,
en el calvario nuevo de todas sus prisiones,
de todas sus trincheras,
de todos sus altares…
¡En el ara segura del corazón insomne de sus hijos!
San Romero de América, pastor y mártir nuestro:
¡nadie hará callar tu última homilía!