Fotografía sin fechar cedida por Xinca, muestra a Alejandro Malgor (i), uno de los 3 socios y directores de la empresa argentina Xinca, mientras habla con una trabajadora, en Buenos Aires (Argentina). EFE/Xinca

 
 

ARGENTINA, Buenos Aires (EFE).-Una empresa argentina ha logrado unir su compromiso por la ecología con la responsabilidad social en una iniciativa que recicla neumáticos y residuos textiles para fabricar zapatillas y que da trabajo a personas en riesgo de exclusión, como presos y jóvenes con problemas de drogas.

La firma Xinca, que nació en 2013 con vocación de ser una «empresa social de impacto», busca «rentabilidad, pero también resolver algún problema ambiental y social», aseguró a Efe Alejandro Malgor, uno de los tres socios que fundaron la empresa en la provincia de Mendoza, en el oeste de Argentina.

Orgullosos de que sus zapatillas «estén hechas con basura» -residuos de neumáticos-, los tres mendocinos buscaban una solución al problema de los desperdicios en Argentina, donde «se desechan más de 100.000 toneladas de neumáticos por año», aseguró Malgor.

«Empezamos a ver diferentes problemáticas ambientales en nuestro país y conocimos puntualmente el problema de la basura y, dentro de la basura, el problema de los residuos de neumáticos», explicó.

Para evitar el daño que genera al medio ambiente y a la salud de las personas la quema o el entierro de los deshechos de neumáticos, buscaron un artículo popular en cuya fabricación pudieran utilizar esta materia prima y alargar su vida útil.

Tras tomar conciencia de que la industria de la moda es la «más contaminante, luego del petróleo», también pensaron en un producto que tuviera entre sus componentes residuos textiles.

Así llegaron a las zapatillas, un elemento que, además, «lo use la mayor cantidad de gente posible porque mientras más gente lo use, más podremos reciclar», aseguró el emprendedor.

Hasta el año pasado, la empresa recicló unos 20.000 kilos tanto de residuos textiles como de neumáticos.

Su filosofía de «revalorizar cosas que se están perdiendo» empieza por su nombre, Xinca, término que se refiere a un grupo de cuatro lenguas que habla poca gente de una comunidad en Centroamérica.

Por su vocación de responsabilidad social, Xinca incorporó a sus procesos productivos personas con diferentes problemas sociales, como madres solteras, personas que viven en zonas rurales, presos y gente excluida del mercado laboral.

Hace un año que trabajan con 80 internos del penal de San Felipe, una cárcel de Mendoza, donde han montado un taller para «enseñarles un oficio, hacerles sentir la importancia del trabajo y darles la oportunidad a futuro para que, una vez obtengan su libertad, puedan seguir trabajando con nosotros», explicó Malgor.

Además de la gente del penal, también trabajan unas 25 personas de cinco organizaciones sociales, como Impulso Social o Hilo, Aceite y Aguja, que ponen en contacto a personas con necesidades de trabajo con diferentes empresas que tengan vocación de impacto social.

Ramón Francisco Garro, fundador de Impulso Social, empezó a trabajar en los talleres de Xinca desde su creación, tras dos años de que nadie quisiera contratarle a causa de dos operaciones de columna por haber trabajado muchos años en las viñas de Mendoza.

«Apostaron por nosotros sin saber nada. Nos trajeron un poco de trabajo para ver cómo salían las cosas. Gracias a eso pude volver (a trabajar). Te sientes valorado como persona y como humano. No te juzgan por que hayas tenido antecedentes con la ley o problemas con la droga», explicó a Efe.

Bajo la premisa de «dar segundas oportunidades, tanto a las personas como a los residuos», los tres mendocinos obtuvieron el premio Mayma 2014 al mejor empredimiento de Argentina y una mención de honor de Naciones Unidas en 2015.

Para Alejandro Malgor estos reconocimientos sirven para «contagiar» a otros jóvenes emprendedores a que «construyan con esta lógica: es bueno hacer dinero, pero de la forma correcta, poniendo por delante a las personas y al planeta».

Eukene Oquendo