Reputado como uno de los más prestigiosos papirólogos del Pontificio Instituto Bíblico de Roma, el P. O’Callaghan ocupaba su tiempo libre creando crucigramas en griego o tratando de identificar fragmentos de papiros qumránicos aún no identificados.
¿Qué es el 7Q5?
Entre 1947 y 1956, en las cercanías del Mar Muerto, en una región conocida como Qumrán, se produjo uno de los más revolucionarios descubrimientos para la literatura, la papirología y los estudios bíblicos: numerosos rollos de lo que parecía haber sido una «biblioteca» de la comunidad judía conocida como «Esenios».
El enorme grupo de textos, que incluía desde rollos enteros hasta fragmentos en distinto estado de conservación, constituían el conjunto de documentos antiguos más voluminoso jamás encontrado.
Todos los documentos hallados en Qumrán fueron codificados de la siguiente manera: primero, por el número de la cueva -del 1 al 11- en la que fueron hallados, luego con la Q de «Qumrán» y finalmente con el número con que fueron identificados.
Así, el 7Q5 es el quinto documento de la séptima cueva de Qumrán.
Los documentos de la Cueva 7 presentaban un conjunto de particularidades:
En primer lugar, todos los trozos hallados en ella conservan escritura en griego, lo que contrasta con la casi totalidad de los manuscritos encontrados en las otras cuevas de Qumrán.
Otra particularidad muy importante es que estos papiros están escritos solamente por una cara, y no por las dos. Esto, que aparentemente carece de interés, es de suma importancia, pues acredita que se trata de fragmentos de rollo y no de códice, éste último equivalente a los actuales libros, escritos por ambas caras de cada página. Este dato aboga mucho a favor de la antigüedad de los manuscritos allí encontrados. El paso del rollo al códice, con el fin de ahorrar papel se hizo hacia el año 80 d.c. Hasta el 7Q5, todos los papiros neotestamentarios que se conservan eran fragmentos de códice, no de papiro.
Finalmente los antiguos manuscritos literarios, las palabras se escribían sin separación de letras (la llamada scriptio continua-, con lo cual el margen derecho quedaba convenientemente justificado. Se podía alterar un poco la longitud de las líneas, pero en general, la norma era de mantener un número de letras aproximado. Este hecho también sería decisivo para poder suponer la colocación de las letras faltantes.
La identificación del P. O’Callaghan
Reputado como uno de los más prestigiosos papirólogos del Pontificio Instituto Bíblico de Roma, el P. O’Callaghan ocupaba su tiempo libre creando crucigramas en griego o tratando de identificar fragmentos de papiros qumránicos aún no identificados.
En 1972, por casualidad, dejó caer su atención sobre el 7Q5, que los expertos suponían que podía tratarse del fragmento veterotestamentario de una genealogía, ya que el trozo permitía leer claramente «gene», que se suponía pertenecía a la palabra «egenesen» , termino griego para «engendró». Después de mucha búsqueda, O’Callaghan vio que el texto no empalmaba con ningún pasaje veterotestamentario que incluyera la palabra «engendró», por lo que se decidió a buscar otra palabra, «Genersaret». Tampoco el Antiguo Testamento arrojó resultados positivos, por lo que, rompiendo paradigmas y yendo contra la «sabiduría» usual que descartaba no sólo la existencia de un papiro neotestamentrio, sino incluso que algún Evangelio pudiese haber sido escrito antes del 50, se decidió a comparar el papiro con pasajes neotestamentarios.
El experto dio un salto de sorpresa cuando descubrió que las letras sueltas legibles en el papiro coincidían sólo con un pasaje de la Escritura: el Evangelio Según San Marcos, capítulo 6, versículos 52 y 53, como lo manifiesta la siguiente animación:
El descubrimiento se hace público
Con esta convicción, y pese a las primeras opiniones contrarias de su entorno, el estudioso decidió poner en marcha la poderosa maquinaria de sus conocimientos papirológicos. Elaboró un primer borrador de su descubrimiento y se dirigió inmediatamente al entonces Rector del Bíblico y actual Arzobispo de Milán, Cardenal Carlo Maria Martini. El futuro Purpurado estaba entonces ocupado, así que O´Callaghan debió dejarle el borrador sin hablar con él personalmente. En menos de 24 horas el entonces padre Martini irrumpió en el austero cuarto del jesuita en la residencia del Bíblico para inquirir sobre mayores detalles y hacer de «abogado del diablo», proponiendo una serie de dificultades. Resueltas las mismas, el hoy Cardenal y Arzobispo de Milán alentó al jesuita español, pero le señaló dos condiciones previas a la publicación de cualquier ensayo:
– Identificar algún otro papiro de la misma cueva como un posible texto neotestamentario.
– Trabajar en Jerusalén con el original del texto y no con la fotografía de rayos infrarrojos sobre la cual había trabajado O´Callaghan inicialmente.
La primera condición llevó al experto a revisar otros fragmentos, llegando a identificar el 7Q4 como una fracción de los capítulos 3 y 4 de la primera carta del apóstol San Pablo a Timoteo. Este descubrimiento decisivo para el estudio bíblico de las epístolas llamadas católicas, está a la espera de un mayor desarrollo.
La segunda, llevó al experto a viajar a Jerusalén, donde el original no sólo confirmó su hipótesis, sino que despejó dudas sobre la identificación de algunas letras del fragmento.
Aún así, antes de proceder a la identificación, el hoy Cardenal Martini, con gran circunspección científica, quiso conocer la opinión de un eminente especialista, el Profesor Sergio Daris, docente de papirología de la Universidad de Trieste, con quien el P. O´Callaghan sostuvo una sesión de discusión científica durante todo un día. Con su parecer favorable, el entonces P. Martini autorizó la publicación de un primer artículo en «Biblica«, la revista del Pontificio Instituto Bíblico.
Pese a las confirmaciones, el P. Martini y O’Callaghan coincidieron en una ulterior medida de prudencia científica: publicar el ensayo con signos de interrogación:
¿Papiros Neotestamentarios en al cueva 7 de Qumrán?
Con todo, su publicación equivalió a una bomba atómica arrojada en el mundo bíblico. Un sinnúmero de voces se alzaron para contestar el artículo. Alguno lo hicieron proponiendo observaciones serias y consistentes. Otro, en cambio, manifestaron un muy poco científico rechazo frente a lo que el descubrimiento significaría: la puesta en cuestión de aquellas escuelas de exégesis histórico-crítica que sostenían que los Evangelios habían sido prácticamente «inventados» y escritos muy posteriormente a los acontecimientos narrados.
El debate significó momentos de marginación y hasta de desprecio por parte del establishment bíblico, pero el jesuita catalán aprovechó este tiempo para afinar bien sus argumentos.
Objeciones y Respuestas
Estas eran las principales objeciones así como las respuestas del papirólogo:
El tamaño: Las primeras objeciones contra la comprobación de O’Callaghan apuntaban al tamaño minúsculo del fragmento: 3,9 cm. de largo por 2,7 cm. de ancho; es decir, más pequeño que una caja de fósforos. También criticaban el escaso cuerpo textual del fragmento. La respuesta de O´Callaghan a la objeción fue que en la papirología esto no tiene nada de extraño y que, por el contrario, se han identificado con gran seriedad pedazos más pequeños, con menos palabras y con una mayor violencia textual. O’Callaghan escribió al respecto que «sólo me limito a recordar como ejemplo el papiro Nº 73 en la lista de los papiros neotestamentarios hecha por Kurt Aland, cuya postura de no admitir la inclusión del 7Q5 en la lista de los referidos papiros es de todos conocida. Pues bien, este papiro 73, en sus medidas máximas, es mas pequeño que el 7Q5. A pesar de su exigua personalidad textual, no ha habido ninguna dificultad en aceptar este papiro como Mt. 25, 43; 26, 2-3». Claro, el papiro Nº 73 pertenece al siglo VI o VII… tal vez por ello no levantó la polémico que sí levantó el 7Q5.
La letra «n»: Varios impugnadores de peso, entre ellos Boismard y Metzger, se oponían a que una letra borrosa del texto fuera identificada como una «n» de la que dependía buena parte del sentido del texto. O´Callaghan respondió con un escueto «que hable la ciencia». El 12 de abril de 1992, el papiro mismo y no un facsímil, como el que usaban los objetores, fue inspeccionado con extrema seriedad y rigor científico, por la División de Identificación y Ciencia Forense de la Policía Nacional de Israel. El análisis y sus conclusiones concitaron tanto interés, que fueron trasmitidos en Alemania en directo por la televisión de Baviera. El diagnóstico final de los científicos israelitas fue concluyente: la letra en discusión si es una «n». Caía así por tierra otra objeción a la identificación del papiro como del Evangelio de San Marcos.
El cambio de una «d» por una «t»: Otro problema con la letra entró en discusión: según O´Callaghan, una delta griega, en el texto, habías sido reemplazada por razones de similitud fonética, por una tau. Los críticos de O´Callaghan señalaron que ese cambio era imposible y algunos llegaron a decir que era más bien una invención suya para seguir sosteniendo su teoría. «A un papirólogo -explicó el experto-, esto no le llama la atención en lo mas mínimo. En poco tiempo preparé una nota, en la que aducía 20 casos de cambio de d por t en papiros bíblicos, que son una escasa minoría en el abundante conjunto de papiros literarios». O´Callaghan citó otra prueba aún más contundente: una inscripción en piedra, que por su naturaleza perenne se realizaba con mucho cuidado, en la que el rey Herodes había hecho poner una inscripción griega prohibiendo, bajo pena de muerte, el paso a los no judíos. En ella la palabra que significa «separación, paso cerrado», esta escrita con t en vez de d, pues se lee tryphakton en vez del correcto dryphakton. Otra objeción caía por tierra.
¿No podría ser otro texto?: Otro argumento blandido contra O’Callaghan apuntaba a señalar que las letras que son claramente legibles en el trozo de papiro podrían corresponder a un pasaje del Antiguo Testamento, al apócrifo «Libro de Henoc«, o a un texto aún no determinado de la amplia literatura griega que aún se conserva. Contra estos argumentos, O´Callaghan había presentado pruebas paleográficas y argumentos papirólogos tan contundentes que habían merecido el reconocimiento de los más importantes papirólogos del mundo: de su lado están por ejemplo, la doctora Orsolina Montevecchi, el profesor alemán Carsten Peter Thiede, el famoso papirólogo austríaco Herber Hunger, así como la doctora Marta Sordi, entre otros.
Sin embargo, uno de los mas duros críticos de O´Callaghan, el recientemente fallecido crítico textual alemán Kurt Aland, había rechazado la identificación del 7Q5 en tres artículos sucesivos, uno de los cuales recurría a una supuesta comprobación por computadora, que fue invalidada por errores de procedimientos detectados rápidamente por expertos en informática.
En cambio, a fines de 1972, la Universidad de Liverpool en Inglaterra, realizó un cálculo por computadora contrastando el 7Q5 con toda la literatura griega antigua conocida; aproximadamente 42 millones de palabras. El resultado de entonces fue publicado en al revista «Biblica» en 1973 por O´Callaghan: el 7Q5 solo coincidía con el pasaje de Marcos. Sin embargo, a O’Callaghan se exigía aún más.
La prueba informática
Para ofrecer una prueba más, el jesuita catalán decidió recurrir al especialista Albert Dou, un eximio doctor en matemáticas, miembro de la Academia de Ciencias de España y de su correspondiente en Barcelona, para realizar un cálculo sobre las posibilidades de que las letras y espacios del papiro coincidieran con cualquier combinación posible, existente o no, en griego con un número limitado de palabras. Dou discutió el asunto con un estadígrafo y finalmente se animó a realizar el cálculo matemático en base a dos hipótesis generales de cálculo: ¿Qué probabilidades existen de que se encuentre casualmente otro texto con el mismo número de espacios y letras del 7Q5, distribuido entre líneas de 20 y 23 letras, como tiene el texto de Marcos?, ¿Qué probabilidades existen de que se encuentre otro texto con líneas mas largas, de entre 37 y 42 letras, suponiendo de que el texto no sea de Marcos? Las variables usadas han sido del máximo rigor.
Dou, que llamó a la primera hipótesis P2 y a la segunda P3, recurrió a la informática para realizar el cálculo con precisión absoluta. Después de algunos días de trabajo, las operaciones matemáticas arrojaron el siguiente resultado:
Para la hipótesis P2 las probabilidades son de 1 contra 36 mil billones.
Para la hipótesis P3 las probabilidades son de 1 contra 430 billones.
Dou, sin embargo, se pone en una posición aún más exigente y afirma que al equilibrar desde el punto de vista del cálculo de probabilidades, un texto literario expresivo con un inexpresivo texto matemático, se da lugar a un error de difícil estimación. Para compensar «por exceso», Dou realiza nuevas y complejas operaciones matemáticas que arrojan nuevas cifras:
Para la hipótesis P2 el texto expresivo, las posibilidades son de una contra 900 mil millones.
Para la hipótesis P3 el texto expresivo, la nueva cifra es de una contra 10 mil millones.
De tal manera que, incluso en el caso de mayor exigencia científica, la probabilidad de que el 7Q5 sea cualquier otro texto hipotéticamente posible en griego y no sea el texto de Marcos es de una contra 10 mil millones. Estadísticamente, una cifra así es considerada como definitivamente segura. La cifra del profesor Dou, por tanto, indica que la hipótesis de que el 7Q5 no sea Marcos 6, 52-53 sería técnicamente imposible.
Otra de las consecuencias importantes del estudio de probabilidades del profesor Dou es que en el supuesto de que se tratase de un papiro identificado como un texto de literatura griega todavía desconocido para nosotros, éste hipotético texto no será en absoluto independiente de Mc 6, 52-53 sino que estará en intima relación con él.
«Esto, científicamente hablando, ya no es una hipótesis, es una tesis». Con estas palabras acompañó Dou la entrega a O´Callaghan de las 30 páginas conteniendo los estudios matemáticos.
El Debate hoy
Hoy el Padre O´Callaghan volvería a publicar el artículo que en 1972 desató un encendido debate en el mundo bíblico, ¿Papiros Neotestamentarios en al cueva 7 de Qumrán? Con una gran diferencia: le quitaría los signos de interrogación.
El P. O´Callaghan ha presentado en su obra «Los Primeros Manuscritos del Nuevo Testamento» publicada por la editorial Almendro de Córdoba (España) la última prueba que terminó de convencerlo de que su identificación no era una simple hipótesis, sino una tesis con sólido fundamento científico: un calculo matemático realizado por un grupo de expertos con ayuda de la informática.
«Ya no puede decirse que la identificación del 7Q5 es una hipótesis de trabajo, como lo fue en 1972», dice hoy el papirólogo. «Ahora estamos hablando de un hecho científicamente comprobado.
Las críticas, especialmente desde algunos sectores de la exégesis bíblica, todavía continúan. O´Callaghan, sin embargo, sostiene que estas críticas le tienen hoy sin cuidado. «Muchos biblistas pueden discrepar y tienen todo el derecho, pero éste no es un asunto de biblistas, sino de papirólogos y los papirólogos apoyan abiertamente mi tesis». En efecto, famosos críticos textuales que se oponen a la identificación del O’Callaghan como Kurt Aland, Bruce Metzger, el P. Joseph Fitzmyer o el qumranólogo Julio Trebolle se han encontrado con la firme posición de los papirólogos mas destacados del mundo que respaldan la identificación de O´Callaghan. Montevecchi, Thiede, Hunger, Sordi y Daris, entre muchos otros.
Recientemente el profesor Hunger, de la Universidad de Viena, decía respecto a los ataques de algunos biblistas contra la identificación del 7Q5: «No soy religioso, ni soy biblista, soy científico. Y como científico puedo decir que, desde el punto de vista estrictamente papirológico no hay debate posible: O´Callaghan tiene razón».