Fieles dominicanos expresan su duelo bajo la cruz en este Viernes Santo en República Dominicana, marcado por la tragedia del Jet Set. / Alcarrizos News

La cruz en duelo

El Viernes Santo en República Dominicana no se vive este año como en años anteriores. Este Viernes Santo en República Dominicana no ha llegado envuelto en incienso ni recogimiento. Ha llegado con escombros, gritos y cuerpos aplastados por el colapso de una discoteca que nunca debió estar abierta en esas condiciones.

Además, no fue la voluntad de Dios la que partió el techo de la discoteca Jet Set la noche del 8 de abril. Fue la irresponsabilidad criminal de quienes ignoraron alertas estructurales. Y también fue culpa de las autoridades que debieron fiscalizar y no lo hicieron.

Por eso, 232 personas están muertas hoy. Y el pueblo, que ya tiene suficientes cruces, carga ahora una más: la cruz de la negligencia impune.

El silencio que consume

De igual forma, el silencio del Viernes Santo se mezcla este año con otro silencio: el de la omisión. No se escucharon inspecciones previas, no se oyó la voz del Ministerio de Obras Públicas ni de los bomberos, ni de ningún ente estatal que debió advertir lo evidente: que un lugar viejo, sin mantenimiento estructural visible, no podía seguir operando como si nada.

Así, mientras la Iglesia silencia campanas como símbolo litúrgico, el Estado calla por conveniencia y los propietarios callan por miedo o por cálculo. El pueblo, mientras tanto, llora.

Un calvario colectivo

Asimismo, este Viernes Santo en República Dominicana no se celebra, se sufre. Las familias de las víctimas no están en iglesias, están en cementerios, hospitales y casas vacías. La cruz de Cristo encuentra su réplica en cada ataúd, en cada hijo sin padres, en cada padre sin hijo, en cada madre sin respuestas.

Por consiguiente, los rituales religiosos cobran un significado profundo. El Vía Crucis no es solo representación: es realidad. Los dominicanos caminan hoy no por devoción, sino por indignación.

Teología de la indignación

Además, el clamor “Tengo sed” que Jesús pronunció en la cruz (Jn 19,28), resuena distinto este año. Resuena como el grito de las familias que buscan justicia, reparación y verdad. ¿Cuántas irregularidades permitieron que este techo colapsara? ¿Dónde estuvo la supervisión? ¿Dónde estuvo la responsabilidad de los propietarios que no hicieron caso a las advertencias?

No es una sed de agua, sino de justicia. El Viernes Santo en República Dominicana debería provocar más que lágrimas: debe provocar acciones, denuncias y reformas urgentes.

También es momento de recordar que el Evangelio no es evasión. La cruz redentora de Cristo es también denuncia del pecado del mundo, del abuso de poder, de la indiferencia ante el sufrimiento de los inocentes. La cruz, entonces, exige algo más que devoción. Exige responsabilidad, solidaridad y acción pública.

El peso de la verdad

Finalmente, este Viernes Santo en República Dominicana desnuda una verdad incómoda: los muertos no cayeron por accidente. Cayeron porque hubo manos que firmaron permisos, miraron hacia otro lado y priorizaron dinero sobre vida.

Por lo tanto, la cruz no debe quedarse colgada. Debe ser bajada e instalada en la conciencia nacional. Que no se diga que 232 dominicanos murieron en vano. Que no sea otra Semana Santa donde el espectáculo religioso tape la responsabilidad.

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