El hijo del narcotraficante colombiano publica el libro «Lo que mi padre nunca me contó», en el que critica la serie de Netflix y afirma que su padre trabajó para la CIA.
MADRID, ESPAÑA (LR).- El hijo de Pablo Escobar, el narcotraficante más sanguinario de Colombia, se cambió el nombre (de Juan Pablo Escobar a Sebastián Marroquín) porque no le dejaban comprar billetes de avión y abrir cuentas en los bancos. Tras la muerte de su padre en 1993, intentó rehacer su vida en Argentina junto con su hermana, su madre y su mujer. Sebastián, nacido en Medellín en 1977, es arquitecto y en los últimos años se ha dedicado a investigar y escribir sobre la vida de su progenitor, cuya leyenda ha resucitado con series como «El patrón del mal» y «Narcos». Ahora publica «Pablo Escobar. Lo que mi padre nunca me contó» (editorial Península), en el que sostiene que el fundador del Cártel de Medellín trabajó para la CIA.
-¿Qué pensaría Pablo Escobar si viera hoy a su hijo?
-Estaría siempre en primera fila acompañándome. Fue mi mejor amigo y sabría que estoy honrando la verdad. Él me llamaba su hijo pacifista de 14 años.
-¿Qué es lo que más y lo que menos le gusta de su padre?
-Nunca aplaudí su violencia. Y lo que sí me gustó fue su sensibilidad por las clases sociales abandonadas por el Estado. Siempre les ayudó cuando tuvo el dinero para hacerlo, que fue antes de la época de la violencia, una era que manchó el resto de su historia, hasta el punto de que no se le recuerda por sus actos de beneficiencia.
-Algunos le acusan de querer lavar la imagen de su padre.
-Yo no trato de lavar la imagen de mi padre. Al contrario, el que lee mis libros sabe que la imagen que doy de él es peor que la te queda cuando ves las series.
-¿Se ve usted reflejado en su personaje de la serie «Narcos» de Netflix?
-No. La historia tal y como la muestran no es cierta. Además, hay una cosa extraordinaria. Cuanto más avanza la serie, yo soy más pequeñito. En ella parece que yo no tenía conocimiento de nada, pero ya sabía quién era mi padre desde los siete años, y él mismo me lo decía.
-¿Por qué Netflix no quiso contar con su participación en la elaboración de la serie?
-Porque no se hubieran atrevido a contar lo que revelo en mi nuevo libro, que es la relación de mi padre con la CIA y con la agencia antidrogas de EE UU, la DEA, a quienes Netflix compró los derechos de la historia. Si se hubiera contado con nuestra participación, la serie hubiera sido más exitosa porque habrían tenido acceso al material de archivo, con vídeos familiares y miles de fotografías, además de cartas del puño y letra de mi padre donde se relatan hechos gravísimos. Negar a la familia la posibilidad de contar la verdadera historia deja muy claro que Netflix está enviando a la sociedad un mensaje político que se acomoda a unos intereses determinados.
-¿Cuál es ese mensaje político?
-La CIA utilizó la droga de mi padre para financiar la lucha anticomunista en todo Centroamérica. Era la forma que tenía para financiar la guerra sucia, con dinero negro. Aaron Seal, el hijo del piloto Barry Seal que trabajó para la CIA y para Escobar llevando droga a Estados Unidos, también piensa como yo.
-Su versión de la muerte de su padre también va a la contra. Dice que se suicidó.
-Así es. No es una teoría sino una certeza. Había un temor real de que ante la captura de mi padre o de un miembro de la familia, seríamos sometidos a las peores torturas por parte de la Policía. Por eso mi padre siempre me decía que la única salida para no darles el gusto de que nos torturaran era quitándonos la vida. Y él me enseñó a hacerlo. Me explicó que el tiro no podía ser en la boca, ni en la frente ni en la sien, porque se podía desviar. Tenía que ser un disparo en el oído. Es verdad que le dieron dos balazos, pero después él se disparó. Fue un suicidio. Mi padre siempre decía que tenía 15 tiros en la pistola: 14 para los enemigos y el último, para él. Uno de los policías que sobrevoló en el helicóptero que perseguía a mi padre asegura que mi versión es totalmente cierta. A esto se le suma que los forenses nos enviarnos un mensaje directo a nosotros, la familia, diciéndonos que la manera en que murió mi padre fue un suicidio, pero que habían sido amenazados por la Policía para alterar el informe. No queda bien desde la institucionalidad decir que se suicidó antes de que le pudiéramos matar nosotros.
-«Popeye», uno de los sicarios de su padre, dice que usted lo ayudó a torturar a sus enemigos.
-También dice que yo soy un cobarde porque no me convertí en un Pablo Escobar 2.0. Dice que me quiere matar. Esta persona está enferma mentalmente. La Justicia me declaró inocente ante todas las acusaciones de este señor, un señor que además dice que fue testigo de hechos que en realidad él nunca presenció porque entró a trabajar a finales de 1988 en el Cartel de Medellín. Además, se le atribuye una importancia que no tiene. Popeye nunca fue mano derecha de mi padre ni su lugarteniente. Mis niñeras fueron los verdaderos bandidos de Colombia, y él no estaba entre ellos. Es evidente que las amenazas de muerte de Popeye contra mí están también alentadas por la familia de mi padre.
-¿Es verdad que planteó secuestrar a Michael Jackson?
-Sí. Todos los años, mi padre llevaba cantantes conocidos a la hacienda Nápoles. Yo estaba cansado de los mismos cantantes. Así que le pedí que trajera a mi ídolo, al rey del pop, que también lo era de mi padre. La idea era que actuara y se fuera esa misma noche. Podía costar cuatro o cinco millones contratarle, quién sabe. Pero como el presupuesto era ilimitado, accede. Sin embargo, como mi papá siempre tenía su mente inclinada para la maldad, me dice: «Listo, lo traemos, yo le pago sus cuatro millones y para cuando se quiera ir de la hacienda, le cobro 60 millones de dólares para dejarle marchar». Escobar se atrevía con todo. También quiso secuestrar a Chabeli Iglesias.
-Tras la muerte de su padre, su familia se vio obligada a entregar toda la fortuna para que no les mataran. Muchos creen que usted y su madre se quedaron con parte de ese dinero.
-Nada me hubiera encantado más que haber preservado algo de ese dinero, pero hoy agradezco que no fuera así. Nos despojaron de todo el dinero que teníamos. Obviamente yo no estaba contento cuando eso sucedió. Pero hoy, en perspectiva, me alegro. Ya nos investigaron por eso. Tengo una sentencia de la Corte Suprema de Justicia argentina que dice que somos inocentes por delitos de lavado de dinero y de asociación ilícita y falsedad de documentos. Nosotros dimos explicaciones de cada dólar que llevamos a Argentina y la Corte nos investigó a fondo. Me pasé siete años consecutivos explicando hasta la saciedad a la Justicia argentina hasta que la Suprema Corte dijo que nuestro único delito fue ser familia de Pablo Escobar. Está demostrado que el origen de nuestro dinero es muy distinto porque empezamos de cero. Cuando llegamos a Argentina sobrevivimos gracias a la ayuda de la familia de mi madre.
-¿Cómo fue su vida durante quince años de silencio y anonimato en Argentina?
-El silencio al que te obliga el exilio nos permite reflexionar sin apasionamientos y ser muy críticos sobre nuestra propia historia. A lo largo de dos libros he usado con la mayor prudencia posible el conocimiento que tengo para ser lo más equilibrado dentro de los afectos que me vinculan a mi padre. Como resultado de este reflexión, me acerqué a los peores enemigos de mi padre para que ellos, con su voz, pudieran hacer un relato crudo sobre quién era mi padre para ellos.
-¿Su hermana tiene la misma consideración de su padre?
-Mi hermana vivió las mismas historias que yo, siendo siete años menor. Por tanto tiene menos conocimiento, pero un afecto por su padre genuino. Ella no opina ni se mete en esas cuestiones porque le tocó todo desde un lugar más vulnerable. No quiere salir a la luz. Tiene el derecho al olvido y a elegir una vida dentro del anonimato. No tiene que salir a responder por los delitos de su padre cuando lo estoy haciendo yo.
-¿Y su madre?
-Mi madre sigue en silencio. El único pecado que ella cometió fue ser fiel a los preceptos del matrimonio. Ella no se casó con Pablo Escobar el mafioso, sino con el hijo del vigilante del barrio, un tipo muy pobre que no tenía ninguna esperanza en el momento en que se casaron. Después, ni ella ni mi padre soñaron con que esto iba a llegar a los extremos que llegó. Mi madre fue fiel hasta el último día a mi padre y fue una crítica muy fuerte a la violencia de mi padre. Nuestra vida se salvó de hecho porque mi madre nunca acompañó esa violencia. Los enemigos de mi padre no la mataron porque sabían que ella siempre había querido la paz con los rivales.
-¿Se siente amenazado y rechazado en Colombia?
-No, sólo hay un youtuber que no me quiere (Popeye), que alardea de ser el sheriff de Medellín y que parece que las autoridades hacen la vista gorda mientras amenaza mi vida. Si yo amenazara la mitad de lo que ha amenazado Popeye, yo ya estaría en la cárcel hace mucho tiempo.
-¿Colombia va a superar la violencia algún día?
-La sociedad colombiana aprendió que todo se resolvía con tiros. Y eso es triste. En Colombia no ha habido espacio para el debate sano de las ideas. Me encantaría sentarme a hablar con alias fulanito en paz, pero aquí la discusión comienza con una amenaza de muerte, como la que ha hecho pública Popeye. Imagínate cuánto hemos evolucionado. Nada. Este cuento del plebiscito para refrendar el acuerdo paz, que terminó saliendo con cuentas negativas, habla claramente de eso, de la inclinación de los colombianos a resolver las cosas por la vía de la violencia y no del diálogo. Para mí, quien ganó en esa votación fue el “no me importa y el no me interesa”, porque la mayoría no salió a votar. Eso evidencia una indiferencia absoluta de la gran mayoría del pueblo colombiano frente a un problema que no nos puede ser ajenos. Llevamos 50 años matándonos. Valoro y celebro las acciones de paz que está haciendo el presidente, me parece fundamental para la subsistencia de Colombia como sociedad y país.
-¿Tuvo su padre buenos amigos?
-Mi padre tuvo muy escasos amigos. Al final de su vida, los únicos fueron su esposa y sus hijos. Cuando miramos para atrás, en el último año de vida, no había nadie, sólo nosotros. Los que se decían muy fieles y leales no estaban, se habían entregado muertos de miedo y se habían torcido y aliado con otros cárteles para destruir a mi papá.