¿Es la sindemia Covid-19 una cuestión de biopolítica?

¿Es la sindemia Covid-19 una cuestión de biopolítica?

Compartimos el artículo de Elton Vitoriano Ribeiro SJ, publicado en Revista AURORA N°18: SINDEMIA.

El 11 de marzo de 2020 la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró el carácter pandémico del COVID-19. El cambio de clasificación, antes entendido como una epidemia localizada, se produjo debido a la rápida y amplia propagación geográfica del virus. De China a Europa, de Europa a América, de estos lugares al resto del mundo, en poco tiempo tuvimos la primera y verdaderamente pandemia (epidemia mundial) de la modernidad, en muy poco tiempo vimos un nivel creciente y alarmante de contaminación global. A partir de esta situación, se tomaron medidas biopolíticas: seguimiento, protocolos, controles fronterizos, planes de acción, cierres, paros y, lo principal, medidas biomédicas para enfrentar el virus.

Inmediatamente, el término epidemia (que etimológicamente remite a: estar sobre o por encima de las personas), que se utiliza para designar una enfermedad de carácter transitorio pero que ataca simultáneamente a un gran número de personas en una región determinada, dejó de funcionar. Ahora tenemos una pandemia (todo el pueblo), es decir: una enfermedad epidémica que se propaga globalmente y contamina a una gran cantidad de personas, a veces, gigantesca. 

Ahora, más que nunca, se necesitan medidas biopolíticas para hacer frente a la pandemia: en China, control social y tecnológico; en Europa, las medidas sanitarias se combinaron con una amplia restricción de la movilidad; en Brasil y Estados Unidos, negacionismo infantil y peligroso. Cada gobierno con sus medidas biopolíticas enfrentó o negó la pandemia.

Los términos biopolítica y biopoder son importantes para ayudarnos a comprender esta narrativa. El control político de la vida (bios) para mejorar la vida humana es parte de nuestra forma de gobernar, nuestras instituciones y nuestro imaginario social.  Por ejemplo, la preocupación biopolítica de los gobiernos por la salud pública ha reducido la tasa de mortalidad infantil, aumentado la esperanza de vida y nos ha dado una mejor calidad de vida que la de nuestros antepasados. Nuestras empresas producen multitud de bienes de consumo que califican, facilitan y optimizan nuestra vida. No es exagerado decir que todas las prácticas políticas y de poder, de gobiernos e instituciones, giran en torno a la vida, sus procesos, sus necesidades, sus límites y sus posibilidades. Salud pública, medicina, educación, derecho, finanzas, organización social, deporte, ocio, cultura, religión, son solo algunos ejemplos que podríamos enumerar donde el control biopolítico de la vida está presente para bien y para mal. A partir de entonces, la biopolítica se convierte en la clave interpretativa y hermenéutica de todos los análisis críticos de las formas de vida contemporáneas y las formas de poder político contemporáneo.

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Para describir esta compleja red de relaciones entre la pandemia de COVID-19 y la sociedad, surge un nuevo término: sindemia. De hecho, lo que tenemos ya no es una pandemia, sino una sindemia. Este concepto, sindemia, fue utilizado por el médico y antropólogo estadounidense Merrill Singer en 1990. Sindemia es propiamente un neologismo que une dos palabras «epidemia (sobre el pueblo)» y «sinergia (trabajo conjunto)». Singer utilizó este término para explicar la situación en la que dos o más enfermedades se unen en un contexto determinado, que generalmente es dañino, al verse potenciadas por factores sociales y ambientales y, por eso mismo, potencia los efectos negativos de las interacciones de esas dos enfermedades en el medio ambiente. Luego, en 2009, Singer desarrolló y profundizó ese argumento en Introducción a las sindemias: un enfoque de sistemas críticos para la salud pública y comunitaria.

Este término pasó a primer plano con el editorial de Richard Horton en la prestigiosa revista The Lancet (26/09/2020), titulado: “COVID-19 no es una pandemia”. En ese texto, Horton recordó que las sindemias se caracterizan por interacciones biológicas y sociales. Por tanto, además del problema del contagio, las infecciones y las enfermedades, entran en juego las condiciones ambientales, culturales, políticas y económicas; especialmente en los países más pobres y en vías de desarrollo: problemas educativos, empobrecimiento, desempleo, problemas con el saneamiento básico, tratamiento de residuos, etc. Es decir, lo que ocurre es un conjunto de problemas biológicos y sociales, que interactúan sinérgicamente y amplifican las complicaciones y dificultades que ya existen, haciendo de la unión una verdadera catástrofe o, mejor dicho, una catástrofe biopolítica.    

Ante este escenario, la solución, por supuesto, debe ser la acción biopolítica. Primero, organizando y articulando la cooperación global, porque nadie puede protegerse o resolver una sindemia aisladamente. En este sentido, la OMS tiene un papel importante, especialmente en el seguimiento de la evolución de los contagios y muertes, y en la organización de vacunaciones para los países pobres. Luego, actuando en varios frentes a través de políticas públicas para la adquisición de vacunas y la organización del sistema de salud, para el acceso universal a los pacientes; ayudando a mantener puestos de trabajo y creando nuevos, brindando asistencia financiera a los más necesitados, especialmente ayuda para alimentarse; promoviendo campañas educativas para dar a conocer la situación y soluciones médicas como distanciamiento, vacunas y aislamientos, etc. Y, finalmente, luchar diligentemente contra la desigualdad social y el empobrecimiento de la población, que, al final, agravan enormemente los problemas mencionados. En últimas, con palabras de Horton: «A menos que los gobiernos diseñen políticas y programas para revertir las profundas disparidades, nuestras sociedades nunca estarán verdaderamente seguras del COVID-19». Por tanto, la sindemia COVID -19 es una cuestión de biopolítica.

Artículo publicado en faculdadejesuita.edu.br

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Sobre el Autor

Elton Vitoriano Ribeiro, SJ

Rector, profesor e investigador del departamento de Filosofía de las Facultades Jesuitas en Belo Horizonte, Brasil.

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