José Oviedo
Director de Estudios Europeos. Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra.
Quiero referirme al recién atentado que sufrió el Big papi de las Grandes Ligas, de Boston, de República Dominicana y del mundo. Esto me ha movido a reflexionar en unas clases de Formación Humana, que impartía una monjita pequeñita que hacía énfasis en el poder, el tener y el placer. En ese momento, no entendía ni papa, pero la vida se ha encargado de servirme miles de casos con los mejores ejemplos del contenido del mensaje de Sor Dolores.
Este es uno de esos. Sin lugar a dudas, David Ortiz es una figura grande, inmensa. Se ganó el corazón de miles de personas, con su gran carisma. En momentos claves, como los atentados en Boston, su ciudad, la ciudad que se rindió a sus pies en cada salida, levantó su voz para llamar a sus habitantes a seguir adelante.
Y qué decir de la cantidad de niños cuyos corazones vuelven a latir al ritmo de su gran generosidad y compromiso social. Creo que el único que no sabe la magnitud de su nombre y su figura, es David Ortiz. Por eso se pasea por la ciudad en caravana de autos de lujo, exhibe joyas de gran valor, sin percatarse de que ninguna de esas joyas brilla más que él. Que ninguno de esos carros de lujo vale más que su gran corazón.
Desconocer ese dato lo ha llevado a no cuidar su nombre y su figura. A exponerse de tal manera en lugares donde llega y se erige como un rey. Donde pululan las extensiones, uñas acrílicas, pestañas extendidas, silicona, lipo y sobre todo, las armas para cazar el patrocinio para todos esos «retoques» que les permitan acceder a las más apetitosas «golosinas».
Que cosa!!! Tan inteligentes, tan sabios, tan talentosos y caen rendidos por una faldita que se levanta con cualquier brisita. Al final, creo que todo obra para bien y Dios le ha concedido una nueva oportunidad a nuestro papi (como dijo Mr Obama).
Una nueva oportunidad para seguir siendo el más carismático ex jugador de baseball de todos los tiempos. Que cuando se recupere y lea tantos mensajes que abogan por su pronta recuperación, y la consternación de todo un pueblo que lo ama, reconozca que no necesita aretes de diamantes, guillos ni gruesas cadenas. Es un astro que brilla con luz propia. Posiblemente en otra ocasión, no viva para contarlo.