La gesta del 24 de abril marcó la historia democrática dominicana

La gesta del 24 de abril marcó la historia democrática dominicana

La revolución del 24 abril reafirmó el deseo democrático del pueblo dominicano en plena insurrección constitucionalista. / Fuente: Externa

La revolución del 24 de abril fue un clamor patriótico por la Constitución del 1963

REDACCION.- Con fuerza incontenible y determinación popular, la gesta del 24 abril de 1965 estalló como una insurrección cívico-militar con fuerte apoyo popular. Militares constitucionalistas, acompañados por un pueblo decidido, se alzaron en defensa del orden constitucional derrocado en 1963 con el golpe de Estado contra el presidente Juan Bosch.

Ese día, un grupo de jóvenes militares encabezado por el coronel Rafael Tomás Fernández Domínguez intentó reponer la Constitución de 1963, con el objetivo de restablecer la democracia y devolverle la soberanía al pueblo.

Carácter democrático del alzamiento

En consecuencia, esta gesta fue esencialmente democrática. A pesar de las acusaciones de Estados Unidos, no se trataba de instaurar un régimen comunista. El liderazgo político pertenecía al Partido Revolucionario Dominicano (PRD), con participación de grupos de izquierda como el 14 de Junio, el MPD y el PCD, pero sin que estos dominaran la escena.

Además, el control militar recaía en el coronel Francisco Alberto Caamaño, un oficial comprometido con la causa democrática, pero sin militancia comunista.

Alianza de clases y comandos

Por otro lado, la gesta del 24 abril evidenció una inusual alianza de clases. Participaron sectores de la pequeña burguesía urbana, obreros, trabajadores organizados y cuadros militares de conciencia constitucionalista.

Para resistir, surgieron los comandos constitucionalistas, estructuras de poder integradas por civiles y militares. Estas células actuaban en barrios organizados, defendiendo zonas geográficas estratégicas y confrontando al ejército trujillista con tácticas de guerrilla urbana.

Conflictos en el alzamiento

A su vez, la revolución no fue un plan nacional. En realidad, comenzó como una conspiración con actores diversos: desde militares constitucionalistas vinculados al PRD, hasta trujillistas encabezados por Ney Nivar Seijas, seguidor de Joaquín Balaguer.

No obstante, las diferencias internas sobre el regreso de Bosch sin elecciones hicieron fracasar la unidad. La negativa de los trujillistas a aceptar un retorno sin comicios convirtió el golpe en una verdadera revolución popular.

Batalla por Santo Domingo

Desde el inicio, los militares constitucionalistas distribuyeron armas a la población civil. Para el 25 de abril, la guerra era inevitable. El objetivo era destruir el ejército trujillista y restablecer el gobierno de Bosch.

Uno de los episodios decisivos fue la batalla del Puente Duarte. Tropas del CEFA, dirigidas por Wessin y Wessin, intentaron tomar la ciudad. Fueron derrotadas por los combatientes populares y obligadas a replegarse.

En paralelo, los comandos tomaron la Fortaleza Ozama y otras posiciones estratégicas, desmantelando estructuras represivas del viejo régimen.

Cuando el pueblo se levanta por la democracia, la historia lo convierte en símbolo de dignidad eterna

Intervención de Estados Unidos

Al poco tiempo, el 28 de abril, llegaron más de 42,000 soldados estadounidenses, en la llamada Segunda Ocupación Militar. La excusa fue evitar la creación de “otra Cuba”. En realidad, la intervención buscaba impedir el regreso de Bosch y detener una revolución que ya no podían controlar.

Desde ese momento, los constitucionalistas se replegaron a la Zona Colonial. Resistieron heroicamente, rechazando los ataques. Estados Unidos comprendió que tomar la ciudad implicaría enormes pérdidas.

Gobierno títere y pacto político

En ese contexto, Estados Unidos impulsó la creación del Gobierno de Reconstrucción Nacional, encabezado por Imbert Barreras. Era una administración títere, opuesta al regreso de Bosch y dirigida desde la base aérea de San Isidro.

Al final, los combates cesaron tras intensas negociaciones impulsadas por la OEA, que creó la Fuerza Interamericana de Paz. Los pueblos del interior se mantuvieron bajo control militar, sin participar activamente, lo cual facilitó una salida impuesta.

Consecuencias de la revolución

A la larga, la intervención extranjera frustró el objetivo central: la restauración constitucional. La derrota no fue militar ni moral, sino producto de la intromisión directa de Estados Unidos.

Como resultado, la revolución quedó grabada como un ejemplo de dignidad nacional. Aunque Caamaño fue proclamado presidente en armas, nunca se le permitió gobernar. Las elecciones de 1966, tuteladas por la ocupación militar, marcaron el regreso de Balaguer.

No cabe duda de que, desde entonces, el aparato estatal quedó vinculado a intereses externos, en una lógica de dependencia estructural que persistiría durante décadas.

Fuente: UASD VIRTUAL

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