Iniciamos un nuevo año, nuevos sueños, ilusiones y esperanzas… ¿Con una canción? Cada día, cada instante, cada latido, uhm! Algo único, nuevo en nuestras vidas y es por lo que me siento inspirada para compartir, refrescar y disfrutar la vida desde enero, mismito principio de año…¨ se va mi corazón cantando¨… La idiosincrasia, nuestra idiosincrasia, una dicha la cual me enorgullece, una dicha que inicia con el año.
Enero, primer mes del año altamente significativo para los dominicanos: Celebramos la honra del nacimiento en esta tierra de Juan Pablo Duarte, justo un mes después de celebrar la Natividad de Jesús, el niño Dios y en vísperas de nuestra fiesta de Independencia ¡Qué maravilla! Dicha, alegría, satisfacción por doquier, ¡Qué comienzo!!!!!! Momento oportuno para un relato sobre la leyenda que colma de dicha a los dominicanos, quienes veneramos y honramos a la madre de Dios, bajo a devoción de Nuestra Señora de La Altagracia.
¨Cuenta la leyenda que en…¨ la llanura de Hicayagua, cerca de Higüey, vivía un comerciante español con su familia, quien regularmente, debido a su oficio, acostumbraba viajar a la ciudad. Tenía dos hijas, por idiosincrasia nuestra al viajar o salir de la vecindad se procura algún cariñito y en una de sus diligencias preguntó a sus niñas acerca de sus antojitos. La mayor deseaba trajes, calzados, encajes, alhajas…, por su parte la menor, quien se encontraba muy delicada de salud, anhelaba que le trajese la imagen de la Virgen María, en la advocación de La Altagracia. La pequeña fue muy insistente en su petición pues afirmaba haberla visto en sus sueños, decía que la virgen la protegía al igual que protegía a su familia, a todos los habitantes y a todos los que habitaren esta isla.
El padre pensó que su hija deliraba por su estado de salud ya que no conocía, ni había escuchado antes sobre la virgen de La Altagracia. No obstante, hizo las indagaciones necesarias sin encontrar ninguna señal de esta virgen. Parecía que tal imagen fuera inexistente cuando, ya en camino de regreso, un anciano misterioso, no sólo confirmó su existencia sino que también le entregó un lienzo con la imagen de la Virgen María adorando a su niño en un pesebre, acompañada por su esposo San José sosteniendo una vela encendida.
Se dice que al regresar a su hogar, el comerciante español hace entrega de la imagen a su pequeña al pie de un naranjo, en donde más adelante regresaba la imagen, hacia apariciones y es el lugar donde se ha levantado un santuario en su honor. Desde entonces existe la inmensa dicha de que esa Alta Gracia de la madre de Dios y su eterna protección, se esparcen sobre todos los que habitan y habitaren esta isla. Alta Gracia y protección que tenemos la dicha todos los que en cualquier lugar veneramos como madre a la Altagracia. De ahí nuestra idiosincrasia, cada 21 de enero la República Dominicana tiene la dicha de dedicarlo con devoción a la madre de Dios, María Virgen de La Altagracia, protectora del pueblo dominicano.
Preciosa leyenda para comenzar el año y continuar nuestras vidas bajo su manto protector. ¿Les parece? Es poco desear que esta dicha acompañe al pueblo dominicano durante todo el año.
«Que la Virgen de la Altagracia, Señor, interceda por nosotros». Amén.